Existimos en tanto faltos de algo. Nos constituimos como sujetos a partir de la búsqueda permanente e incesante de ello que falta en nosotros. Construimos una vida donde giramos en una pelea contradictoria y constante entre los impulsos que nos empujan a la realización del deseo y los que nos frenan. Vivimos en las añoranzas motoras de nuestra actividad, anhelos que solo pueden saciarse parcialmente, irrealmente.
Todo esto cruzo mi mente a partir de una serie de conductas nada azarosas de las que fui parte hoy, en tanto añorante de vos. A la madrugada, en la espera de un colectivo que me reencontrara con mi departamento, pensé en vos y, sin pecar de redundante, en tu voZ. Inmediatamente busqué en mi bolsillo un caramelo dulce. Lo introduje en mi boca y, mientras se disolvía en mi saliva regalándome la ilusión de un azúcar que no tenia, pensé en la significación de lo que acababa de hacer. Pensé que ante la imposibilidad física de tenerte en ese momento a mi lado y, particularmente, dentro de mi cavidad bucal mientras a modo de caramelo tu saliva me regalase la dulzura que le atribuyo en fantasías mientras tus labios me dedicasen su pasión violenta; algo debía saciar mi deseo en el mismo orden, en el orden de lo oral y lo dulce. En un viaje único, mi deseo queda saciado parcialmente, en tanto dicha realización es fantasmática, imposible. Al terminar el caramelo me encontré con una doble amargura, por un lado por el propio final y, por otro, debido a que el verdadero fin de mi añoranza "primera" no fue cumplido sino sustituido por uno nimio, que merced de su nimiedad, dejo un sabor a poco en el alma.
Luego de todo esto y mientras el colectivo llegaba a la parada donde me tocaba descender me pregunté:
¿cuan insatisfechos debemos de estar para entender que necesitamos el encuentro de nuestros cuerpos, en tanto cuerpos de palabra? ¿cuanta insatisfacción debo inervar en tí para que, una vez dentro de mi vida, no decidas fugarte? ¿cuanta insatisfacción podré soportar para mantenerme en la tuya?
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