sábado, 24 de septiembre de 2011

Amar es dar lo que no se tiene a quien no es

A veces mientras miro a la pantalla me pregunto: ¿tanto cuesta? Sinceramente me lo pregunto, ¿será tan difícil? Conozco gente a la que no se lo tuve que pedir, que lo hicieron poco tiempo después de conocerme, y hay otros que hacen que yo mire una pantalla y me interrogue sobre la dificultad de amarme. ¿Es tan complicado quererme? ¿Mis acciones lo complican tanto?

¿No hay aunque sea un acto completamente desinteresado? Me interrogo sin mirar hacia afuera, me INterrogo, es por dentro la cosa. Por ahí hago tanto que no dejo hacer al otro, esa me la puedo creer. Tal vez me preocupo mucho por dar lo que me piden y no lo que en realidad quieren. De pasada en ese baile me termino de perder yo. Pierdo mi voz en el vos. Teatralizo. Tengo mil personajes distintos, mis mil facetas, nada ni nadie puede sentirse insatisfecho con tantas opciones. Yo sin embargo no encuentro la felicidad en esos personajes, hace mucho que esos personajes tomaron tanto lugar que empezaron a pisotearme y me empujaron a la angustia. No esta tan mal, desde esta angustia los voy desterrando uno por uno. Es mas, le encontré al actor que vive en mi, una casa donde puede desplegarse tres horas por semana y dejar así libre el resto de las horas que son mías, que son mi vida.

Me interrogo, no por cuan poco o mucho pueda amarme alguien sino por cuan fácil o difícil yo se lo hago, y tengo que admitir que la respuesta a mi pregunta es que si. Si, es difícil amarme así y, por mi, no por los otros, voy a cambiar muchos de mis fantasmas, voy a permitirme la angustia y el derrumbe, voy a arrancarme la piel, quedaré en carne viva mirando hacia el vacío en posición horizontal una vez a la semana, para poder luego tomar los pedazos que dejen los años de terapia de mi y armar un mejor sujeto, un sujeto con su goce articulado a sus deseos.

Y mientras tanto, si, será difícil quererme, aunque dejo la cuestión de la imposibilidad depositada en el otro. No puedo hacerme cargo de todo.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Colgados los recuerdos...

Colgados en recuerdos creemos hacerle bien al otro dejando las cosas como están. Por no dejar ir la historia, y centrarnos un poco en lo que nos pasa hoy, vivimos aferrados a deberes con los que no queremos cumplir. Somos acreedores de llamadas que no queremos hacer ni contestar, charlas vacías de contenido porque no queremos hablar, porque no hay interés sincero en preguntar. Somos autómatas, tratamos de tratarnos como hace media década atrás, y no nos sale porque no somos los mismos. Sin embargo, nos resistimos a avanzar. No entiendo bien porque. No parezco figurar en los recuerdos que hacen aparecer destellos en sus ojos, no figuran ustedes ahora en los mejores momentos de mi vida, "creando presentes". Fugaces son las sonrisas compartidas, y ahora hasta dudo de su veracidad. Pero acá estamos, nos miramos y decimos lo que nos debemos decir, no lo que realmente queremos decir. Nos mentimos los unos a los otros, impunes, como si nada importara. Tratamos de consolarnos pensando que ya pasará, pero el tiempo corre y todo empeora. 
              
Si pudiéramos dejar colgados los recuerdos seria mas fácil decir lo que en realidad pasa, pero la historia pesa; y hasta que no deje de pesar, nada va a dejar de pasar. Que lástima que en mi caso la historia pesa cuando con otros la historia suma.

martes, 13 de septiembre de 2011

Los "buenos" amigos y el actor...

Las palabras atraviesan el organismo, lo vuelven cuerpo, lo desmiembran, lo vuelven humano, lo neurotizan en el mejor de los casos. Yo me he vuelto un muy buen actor, actor en tanto el que realiza acciones y también ese que vive en el imaginario de las novelas que crean las palabras. Las palabras que se repiten en mi hablan del numero dos y del teatro, hablan de dualidades y personajes, hablan del eterno retorno de lo igual y de la angustia que se inscribe en la pena de la angustia.

A mi nunca me dijiste que era un genio, nunca me dijiste "ídolo". Me pregunto si hoy tiene algún valor. Hoy que lo repetís y se lo decís a todos, pero a nadie se lo dedicas. Me pregunto a quien le sirven tus fuertes abrazos si no son sentidos sino, mas bien, fingidos. Me interrogo sobre la profundidad de tus relaciones, incluyendo la que tenes conmigo, en función de lo intolerablemente insincero. Te veo alineado a los vicios que decís sufrir como victima de los ascendentes. Te veo repitiendo historias y me pregunto porque no concretar lo que ya ambos iniciamos hace mucho ya con este distanciamiento que habla por nosotros, por nuestras ganas, por nuestros deseos.

Escucho silencio, veo acciones vacías, falta de atención, falta de atenciones (no, no es lo mismo). Veo desinterés, nada de te conmueve, nada te llama a la reacción, nada conmociona los lugares sobre los que tan cómodo estas sentado pero por momentos puedo notar una cierta angustia. La escondes, la tapas, la masticas. Veo ira, veo soledad, tal vez me equivoco. Tu silencio es de alguna manera húmedo, triste, es como un día de otoño con lloviznita. Me preocupa un poco, pero al mismo tiempo no puedo hacerme cargo de lo que no es mio, ni mucho menos dirigir desde aquí.

Y después estoy yo. No tengo las respuestas, me interrogo todo lo que puedo. Me arranco la piel tras cuatro paredes frente a alguien que juega a estar muerto e interviene ante mis repeticiones, que llama a la dimensión de lo que me satisface, que convoca al sin sentido que tanto aterra, que asegura la caída del sentido que mantiene mi goce comprimido en síntomas mas allá de mi entendimiento (por ahora). Que me llama a actuar, en tanto actividad, a elegir y no a pensar en elecciones; que me llama a desear fuera del trauma, fuera de los siniestros. A elegir modos de querer, modos de vivir, modos de pensar. Desarma en pedazos este que creo que soy, tratando de encontrar lo mas profundo, aquello que aun si encontráramos no podríamos asociar a nada porque esta caído en el fondo y habla de lo que no puedo nombrar, chupando recuerdos al olvido, deseos a la represión. Cose fantasías a satisfacciones y avanza, puja por traumar.

Yo no soy la posta de apuntalamiento de nada ni nadie, no mas, nunca mas. No puede nadie ya basar su cordura en mi supuesta locura, nadie tiene permitido ya mirarme y sentirse bien consigo mismo. He conmovido ese lugar. Me corrí de ese lugar, me moví, ahí no soy y entonces soy en un lugar distinto...

"Los buenos amigos son los que están en los buenos momentos, no en los malos. En los malos momentos, un "amigo" se siente bien consigo mismo a costa de uno, se siente bien ayudando a un otro que está enfermo, deprimido, destrozado, dejado de lado, solo, etc; porque este amigo viene al polo opuesto de eso negativo que representa  el "otro" ayudado. Distinto es el amigo que nos acompaña cuando transitamos un buen momento, incluso cuando se le retuerce el estomago de envidia. Aquel que pueda caminar con nosotros feliz por nuestras sonrisas es mejor amigo que el que se siente feliz consigo porque nosotros estamos lo suficientemente tristes como para llorar."