martes, 24 de octubre de 2017

Un juguete exigido no es un juguete de verdad

La manera en la que un niño se entrama en una historia familiar es diversa y variopinta. El proceso comienza la primera vez que un padre fantasea con la idea de que un hijo suyo tenga un hijo que represente al linaje para la posteridad (o sociedad, o mundo, o múltiples etcéteras - ¿representación frente al Otro?). Las fantasias que delinean una posición en el deseo parental a este niño por venir son de lo mas singulares, producto de los tejidos y vicisitudes del tejerse una versión amable del sentido de la vida. De ello solo tenemos versiones, como constructos moviles y variables (en el mejor de los casos) que surgen fruto de lo que otros y Otros han podido donarnos y lo que uno ha podido ir haciendo con eso.

El juego es el espacio de libertad donde los niños pueden ensayar sus tejidos de vida, poner y ponerse a prueba sin riesgos y dirimir las vicisitudes de la construcción de sentido. El juego como articulador fundamental del desarrollo de un niño no es un factor transportado en los genes, requiere de ser donado por otros y sostenido, requiere que se lo reconozca como juego y no como vandalismo, capricho o sintoma. El juego convoca a la filiación en su punto articulador principal: el deseo.

Los jueguetes, en esta historia maravillosa, son la apoyatura material necesaria del juego y, en ese punto, parte de la construccion compartida del escenario lúdico. ¿Que quiere decir esto? Que los padres o sujetos en posición parental incluyen en la donación y reconocimiento del juego a los juguetes como objetos para los niños. Claramente el juego no depende de que los padres tengan los recursos economicos para solventar el gasto altisimo que requiere comprar un juguete hoy en dia. Mas bien, jueguete puede ser cualquier cosa que entre en la combinatoria y los desplazamientos del juego. De alli que un palo pueda ser un caballo, el barro una rica torta y la nada misma convertirse en un personaje ficcional; o bien los juegos mas caros de la jugueteria podrían ser ignorados de lleno o no ingresados en la trama lúdica. No son las cualidades del objeto las que proponen su función sino la historia y lo que con ella puede hacerse. Esto se da, ya dijimos, no naturalmente sino en el encuentro entre Otros y otros que habilitan al juego y sus compinches los juguetes como actividad subjetivante.

No hay entonces EL juego o EL juguete 'utiles' para tal o cual padecimiento. No es la 'utilidad' prefabricada la que alivia las 'nanas' de la subjetividad. No hay fábrica que abastezca con LA respuesta para las fallas y caidas del sujeto en la instalación del juego. Esto no hace tope al capital para confeccionar saberes que fundamenten el empuje al consumo, que es hijo de intereses economicos y de la ética de los bienes, no toca en ningún punto al deseo como espacio vacío que permite que se funde la primer jugada del '¿jugamos?'. El capital marcha con sus botas despuntando canciones que invitan a la exigencia... 'jueguen, todos'. Pero esto no es una propuesta, no es invitación, no hay merienda de por medio ni amigos. La exigencia es que TODOS jueguen... a esto. Y ese 'esto' es el objeto de ultima generación en materia de niños. Juguetes son otros. Estos son objetos de consumo para niños, diseñados para engañar a padres y madres para que hagan pasar en ese objeto la exigencia pero no su deseo.

Es vergonzoso presentar un juguete como 'propio' o 'específico' para un padecimiento porque se juega con ese padecimiento y la verdad que porta y hace signo de malestar en una familia. Eso es vergonzoso para quienes cuentan con ese recurso. La vergüenza y el pudor no son dones que la historia le haya donado al capital.

Quiero PARA TODOS la posibilidad del juego... y que cada niño decida CON sus otros y Otros qué juego, como jugarlo y con qué. Hace falta que para todos haya la posibilidad de construir un cada uno singular, especifico no de un padecimiento sino de un sujeto, sujeto que en su constitución siempre se invoca entre varios. Quiero avergonzar a quienes proponen una sola manera de jugar, quiero que la risa del juego de los niños se oiga entre los ruidos de lo social. Me entristece el silencio de los niños capturados en los supuestos 'juguetes que calman'. Prefiero la melodia de la infancia a la que el juego no se le deniega a partir de ofrecemientos fulgurantes y extorsivos. Los juguetes, inventemoslos jugando.