jueves, 28 de octubre de 2010

El poder del amor, el arte del perdón...

Me sorprende cuan difícil resulta a veces escuchar al corazón y evitarnos equivocaciones, dolor, llanto, heridas. Es remarcable lo fácil de errar y la dificultad de enmendar. Tal vez ahí mismo radique la desacreditación del poder del perdón en los tiempos de hoy. Ahí donde creemos que para perdonar necesitamos que el otro enmiende lo que hizo, dejamos de lado la verdadera esencia del perdón.
Nadie puede volver el tiempo atrás, mover distinto las piezas tratando de evitar el jaque mate que ya sucedió, nadie puede reparar por completo un error, es inevitable que existan consecuencias. Mas aun, es inevitable que todo esto nos duela en ese lugar mas allá de nuestro ser. Parece que a veces duele mas el orgullo que el alma, pero ello es solo un espejismo. La que agoniza es el alma, y no por cuanto han ultrajado nuestro ego, sino por cuanto nos resistimos al perdón.
Resistirnos al perdón es resistirnos a una cura, es prolongar el dolor, es masoquismo. Solo cuando estamos dispuestos a dejar ir la equivocación, dejar que tome su curso; a asumir las consecuencias de la misma y, aun, poder mirar al otro y encontrar que el amor pesa mas que el propio orgullo, es que realmente perdonamos. Envueltos en el dolor y la ira equivocamos la conclusión, usamos la salida fácil y nos arrojamos al rencor. Llorando desconsolados no podemos ver mas allá de lo sucedido, anestesiamos el cuerpo para no sentir dolor y no sentimos amor tampoco. Cancelamos todo lo bueno de algo por un tropiezo. Nos negamos nuestro paraíso por ese cachito de infierno que cada tanto nos toca.
Perdidos en nuestro ego lastimado, tomamos como consejera a la conciencia (que de conciente no tiene ni el nombre en momentos de alto estrés), evitamos la cursilería y nos enfriamos creyendo que una Antártida montada en el corazón hace que todo duela menos sin ver lo obvio:

Solo la calidez del amor de aquel que se permite perdonar es la que puede sanar las heridas que nos propinan tanto dolor. Solo aquel que puede amar mas al amor que a su propio ego puede perdonar.

domingo, 24 de octubre de 2010

No soy mas que mío...

Tu amor me asfixia, es mas fuerte que yo, puede mas. Lo que pasa es que a esta altura dudo que sea amor. Te obsesionaste conmigo y dejaste de amarme. Te dejé de importar por lo que soy y empezó a pesar lo que valgo, lo que cuesto. Podrás decir que cuesto, porque es cierto; cuesta entenderme, cuesta contenerme, cuesta aguantarme, cuesta mi carácter, cuestan mis ironías y la acidez de mis palabras. Podrás decir que valgo, porque sabes que mis acciones valen, porque mis buenas actitudes valen, mi sentido común, mi gran empatía. Podrás decir que cuesto y valgo, pero no cuesto ni valgo. Yo no soy mercancía, lejos estoy de dejarme cosificar. Yo soy persona, alguien a quien no podés tener, poseer, controlar. No puedo impedirte que me celes, no puedo prohibirte me creas tuyo, pero puedo asegurarte que no lo soy. Yo soy mío y de nadie mas. MÍO. Respondo a mi, a mis sueños, a mis decisiones, a mis explicaciones, no respondo a vos. Vos no mandás, y te enloquece. Te enloquece porque querés controlarlo todo, porque querés controlarme por el simple afán de estar en control, de vos mismo tal vez mas que de mí. Te enloquece porque también me admirás, te enloquece como mi independencia es como aceite en tus manos, impidiéndote atraparme, permitiendo resbalarme en tus intentos de tenerme. No podés evitarlo, y a mi me es casi divertido. Pero no te dás cuenta, no lo entendés. Si te lo habré dicho y vos seguís porfiando. No me podés cambiar, no me podés tener, no podés. Yo te amo, no me malentiendas, pero te dejo ser. Yo te amo, pero no te abrazo sin dejarte ir. Te doy libertad, por eso volvés. Yo no se si volvería si llegas a soltarme. No se porque me hacés dudar una y mil veces. No se porque ASÍ, o vos o yo, o sucumbo ante lo que pretendes o doy rienda suelta al ser, a MI ser. Tu amor no me deja respirar, me celás constantemente y no soy tuyo. Lo repito, mil veces si querés. Yo ya no se como decirlo, ya no se si así es la manera. Solo sé que no soy mas que mío. Tus celos, tus manejos, tus jugadas por la espalda, tus traiciones... son todos un claro reflejo de la soledad que vive abrazada a tu corazón, sin soltarlo, sin dejarlo ir; tal como vos a mí. Tal como todos los "vos" de mi vida a mí.

Jurame...

Junto los cachitos de promesas que se han ido rompiendo y cayendo al suelo a tu paso. ¿Sabés la cantidad de veces que juraste amor? ¿Queres que te diga? Las tengo contadas. Uno pensaría que en un cierto punto yo dejaría de contar, pero no. Me decis resentido pero, ¿sabes hace cuanto te espero? Fiel te espero, trato de enamorarme de otras inútilmente. Trato que el deseo de todo lo tuyo no me consuma, trato que el recuerdo de nuestro amor no se esfume, trato de impedir que la neblina del dolor no me enceguezca. Corro en sueños gritando tu nombre a los vientos. Caigo, eterno, enamorado, sufriendo. Y al final de cada noche me despierta mi imagen arrojada al suelo, tomando tu mano, diciendo en un ruego envuelto en lagrimas la frase que mas odio:

Júrame que vas a volver...

sábado, 23 de octubre de 2010

Por partida doble...

Es gracioso como mi ausencia desata un caos, un cuestionario interminable, enojos, celos, etc; mientras mi presencia no genera nada. Si estoy, no importo, porque siempre estoy. En cambio, si no estoy se nota. Se nota mas mi falta que mi abundancia; la necesidad, el deseo, surgen de aquello que no podemos tener, de lo que nos falta. Tomamos por sentado lo que ya tenemos y, de esa manera, lo perdemos; como en algún momento me perderás a mí, allá cuando yo decida que quiero que mi presencia sea reconocida, y vos sigas tratando de cazar las mariposas que te faltan para completar tu colección. Así vivimos, buscando lo que no tenemos y perdiendo en esa búsqueda lo poco que pudimos conseguir. Caprichosos y obstinados, enfurecemos al perder lo que ya habíamos conquistado sin todavía tener aquello otro que buscamos. Aceptar las consecuencias de nuestras acciones nos resulta difícil cuando ellas no son favorables, aceptar que nuestras perdidas son enteramente nuestras nos es imposible. De la misma manera que ésta planta se va secando en el rincón de departamento que le encomendaste ornamentar, vos también te marchitarás en el rincón de la vida de alguno que te tenga por sentado. Perder por partida doble y saborear el amargo jarabe de nuestros errores no es algo que te enseñen en la escuela, es algo que deberías saber por ser humano.

viernes, 22 de octubre de 2010

Garabatos...

Dibujo garabatos en una hoja de papel. Estoy absorto en cada trazo. Descubro grandes misterios mientras lleno el papel de tinta, formulo preguntas existenciales, trato de contestarlas, analizo las cosas y los "alguienes" que habitan mi realidad. Mis garabatos se convierten por momentos en grandes personas, en gente influyente para mi; se vuelven recuerdos de vidas pasadas, reflejos de los que fui, hologramas de los que soy. Por segundos juraría ver en esos trazos desordenados el sendero que recorreré mas adelante, pero cuando empiezo a deslumbrar mis ojos con premoniciones gráficas, ellos vuelven a tomar su forma de garabatos. Y esas figuras amorfas continúan pintando el papel en blanco llamando poderosamente mi atención. Por momentos los veo bailar felices y me roban una sonrisa. Me pregunto si no seré yo también un garabato en la hoja de alguien que mira, perdido en sus propios pensamientos, una hoja garabateada. Me gusta pensar que así es.

jueves, 21 de octubre de 2010

"Hacé lo que quieras"...

Me molesta en sobremanera esa frasesita de cuarta que me tiran a veces, "hace lo que quieras". La dicen para hacerse los sutiles, pero en el tonito encontrás lo que verdaderamente te quieren decir. En el tonito sobrador que ponen cuando te dicen eso se esconde un "lo que estas haciendo está mal". Me gustaría alguna vez pedirles que me digan eso en vez de un "hace lo que quieras" desaprobando mi accionar. Decime que opinas que no debería hacerlo. Porque esa frase cuasi-sutil llena de soberbia, aparte de tu desaprobación, me transmite tu falta de coraje para decirme que no te gusta lo que hago, y es triste que no puedas decirlo. Tu frasesita implica, dice sin decir y, con ello, se lleva mi derecho a replica. No darme derecho a replicar es cobarde. Yo puedo, y estoy orgulloso de poder ser seco, cortante, frío o directo para decir cuando algo no me gusta. Estoy orgulloso de no tener que esconderme tras una frase patética para defender mi desaprobación. Lo que menos me viene en gracia es que, hasta la fecha, todas las veces que la utilizaron conmigo fueron en momentos en los que el acertado era yo. Muchos dirán que me hago problema por todo, muchos otros que no soy el adecuado para decir si soy yo el que estuvo en lo correcto en esas situaciones que mencioné, pero la realidad es que los "hace lo que quieras" del mundo no me respetan como persona, entonces, pregunto:

¿por qué yo debería respetar a las personas que los profieren con lenguas temblorosas de defender su posición? ¿será que no es tan buena posición y no merece defensa? TAL VEZ...

martes, 19 de octubre de 2010

Un chico de veinte...

Un chico de veinte años debe ser de estatura mediana (como mínimo), color de pelo irrelevante, ojos claros (no excluyente) y de contextura musculosa gracias de horas y horas en un gimnasio. Debe ser buen mozo y simpático, carismático y divertido, centrado y respetuoso, humilde pero grandioso, sutil pero certero. Un chico de veinte tiene que tener las cosas en claro, ambiciones realizables y no sueños idealistas, debe dedicarse a trabajar para independizarse cuanto antes de su ascendencia y, al mismo tiempo, estudiar una carrera que prometa un puesto de trabajo estable, durable y, principalmente, bien pago. Debe esforzarse para todo, pues todo cuesta. Debe complacer las expectativas de todos (y no simplemente tratar de hacerlo). Un chico de veinte debe conseguirse una linda chica con quien compartir el resto de su vida o bien complacer sus urgencias corporales con cuanta hembra bonita se le cruce. Un chico de veinte debe ser familiero y amiguero al mismo tiempo, debe dar la vida por todo y todos, debe no sudar sino sangrar, debe esconder las lágrimas pues ¿quien no envidiaría una vida como la suya? Un chico de veinte debe tener siempre ganas y tiempo para salir los fines de semanas e ingerir la cantidad socialmente aceptada de drogas recreativas y volver a su casa en horas cercanas (si son pasadas mejor) del amanecer; sin que esto impida que se levante no mas tarde de las doce del mediodía para tomar mates con sus padres y almorzar. Un chico de veinte no debe tener complejos, ni con su cuerpo ni con su ego, ni con el amor ni con el sexo. No debe sufrir, ni tampoco ser feliz de verdad, salvando que su felicidad sea la versión oficial, la convencional de dicho concepto.
Este fin de semana que pasó me dí cuenta que no soy un chico de veinte.

viernes, 15 de octubre de 2010

¿Jugamos?

Hubo veces en las que me olvide de como jugar, de lo importante que es, de lo mucho que representa. Hubo momentos en los que el juego se perdió entre mis cosas, hubo cosas que fui perdiendo con los juegos. El juego es la mas póstuma expresión de arte que el hombre puede generar. Es sencillo, tiene un mensaje universal, tiene un propósito definido. Felicidad, diversión. ¿Eso buscamos con un juego? A veces confundimos los juegos con nuestras vivencias, a veces pensamos que el amor es un juego. La diferencia es que ganes o pierdas, el final del juego no termina en llanto, porque no es su función y, principalmente, porque muchas veces los juegos no admiten ganadores. En el amor, en cambio, la posibilidad de acabar llorando (llorando por decir algo, llorando por no decir devastado, dolido, abrumado, decepcionado, traicionado, inmovilizado, usado, plantado, engañado, y mil "-ados" mas) siempre está. ¿Olvidamos como jugar? No sé. En realidad, yo creo que mezclamos. El juego es juego, el amor es amor, la familia es familia, los amigos son amigos, la felicidad es felicidad, el dolor es dolor. Las cosas no están separadas en nuestra vida, pero no viven amalgamadas. El limite está, pero se desdibuja tal como las lineas de una rayuela. Tantas cosas se desdibujan en la vida, tantas... y de seguro, mas rápido que ese cielo mal dibujado de la rayuela.

lunes, 4 de octubre de 2010

Eternamente los mismos, eternamente distintos...

A diferencia de toda despedida, ésta no me cuesta. Será que los "adioses" tienen significado distinto para mí. Será que ahora sé como dejar ir. Será que aprendí a dejarte ir, a dejarte.
Dejar ir. Dejar ir al niño de la sonrisa rota no ha sido sencillo y sin embargo, ahora que se va, diría que no habrá jamas un mejor momento para que nos dejemos, para que nos separemos. A partir de acá camino sin él, que antes caminó solo, planeandome a mi.
Tus planes se materializaron, tus lagrimas no fueron en vano, tus cicatrices son cada uno de los pasos que diste acercándote a mi, tus experiencias son mis recuerdos, los réditos que prometían tus esfuerzos son la materia prima de mi persona.
Sonrío feliz y vos me miras, aún absorto en el dolor y el placer que produce el poder descansar, el poder separarnos, dejarnos ir. Ahora vas a tener mucho tiempo para descansar. Ahora vas a estar mas cómodo, ahora te toca cederme la antorcha y ver como me alejo. Debés sentirte padre, y debe ser doloroso ver a tu creación aumentar a cada paso el vacío que los separa. Sabés que seguís conmigo; sabés que ahora estás, pero en otra forma; sabés y, tal vez, te duele. Pero, después de todo lo que pasó, este último dolorcito es casi un chiste.
Ahora te dejo, tengo cosas que hacer, misiones que cumplir, ambiciones como motor, deseos como combustible, tengo una antorcha que entregar al siguiente, tengo un siguiente que crear, tal como vos me creaste a mi. Tengo una sonrisa enmendada que nunca será la misma porque ahora sabe lo que es la tristeza, tengo una sonrisa que ahora es mejor. ¡Lo lograste! ¡La reparaste!
Y te tengo a vos, en mis mas preciados recuerdos. Descansá, tiráte a dormir, lo necesitás.

Saludos, nos vemos en la meta :)

Para el niño de la sonrisa rota, de parte del hombre de corazón inquieto; decía el sobre que te dejé con esta carta mientras vos, tirado en el camino decidiste dejar de correr. Nunca lo sabrás, porque mientras vos llorabas yo volteaba la cabeza, para que no veas que yo también lloraba. Nuestras lagrimas, son eternamente las mismas.

sábado, 2 de octubre de 2010

A veces me canso...

¿Sabes? A veces me canso de tu actitud de mierda, a veces me canso de la manera en la que me tratas, a veces me canso de como descargas todo lo malo en mi, de como transferís lo peor de vos hacia mi, a veces me canso de lo que tengo que hacer para estar cerca de vos (no se aun que tengo que hacer para que me quieras). Solías quererme, solías apreciarme, solías hablarme... ¿no te parece demasiado nuestra actualidad? Prefiero saber que en algún punto perdiste el cariño que yo todavía conservo a seguir así, tratando de impresionarte, tratando de que por dos segundos me prestes atención, tratando de que me preguntes como estoy y escuches la respuesta. ¿Acaso sabes lo que es dar la vida por alguien que no sabe (ni le importa) si existís? Me duele, es serio, es en serio, en serio. Me duele, soy una persona. Vos sos mejor, sos mas resistente.
Te cuento un secreto: Incluso cuando vos ya no estés ahí para mi, yo voy a seguir acá para vos, porque no puedo abandonarte, porque aunque no quieras admitirlo, tu frialdad oculta miedos, imposibilidades, incapacidad de demostrar. Yo estoy, porque si bien te odio mas de mil veces porque no te importo, te estimo por todas las veces que me quisiste, que me cuidaste, que me defendiste. Se que en algún lado estas, perdido en un corazón congelado, se que ese, mi "vos" sigue ahí y a veces, solo a veces, me encantaría que hiciera acto de presencia.

viernes, 1 de octubre de 2010

De lo fetichista de nuestros tácitos...

Hace tiempo, leyendo a Marx y su fetichismo de la mercancía, se me ocurrió que también podemos aplicar la teoría a los "tácitos" posmodernos. El fetiche es un objeto al que uno le otorga alguna cualidad supernatural. Marx decía que el sistema capitalista era fetichista con respecto a la mercancía porque le otorgamos a ella valor como propio, como si naciera de su propia esencia. Lo incorrecto de esto es que el valor de las cosas nace del trabajo (el tiempo y las capacidades humanas) que el hombre dedica a la fabricación de ellas, y no de la esencia misma de las cosas.
Hoy, todo está dado por sentado. No es necesario decirle a alguien lo mucho que lo querés, "ya lo sabe". Le otorgamos al silencio una cualidad que no tiene. La de decir, le otorgamos al silencio la cualidad de decir como dicen las palabras. El silencio es ausencia de palabras. Las palabras comunican, el silencio no. Obvio, si te quedas callado en ciertas ocasiones significa algo. Significa mil cosas un silencio. Pero una cosa es quedarse callado en una conversación y otra muy distinta es decidir no decir, asumir. No decir es una decisión que tomamos muy fácilmente y que pensamos muy poco. No decir limita. Las palabras no mueren, no desaparecen. Tus silencios, tu ausencia de palabras, no implican que ellas caigan al vacío, no te equivoques. Ellas se quedan con vos, ocupan espacio. Es una ausencia. Ellas no asisten, pero existen. No asisten a ningún lugar, pero existen. Y al no asistir se quedan, con vos, con tu silencio. Con tu decisión de no decir.
¿Cuántas veces te limitaste a no decir nada? ¿cuántas veces no decís "te quiero" asumiendo que el otro ya lo sabe? ¿cuántas veces te guardás tu bronca y las palabras que la acompañan por no abrir la boca? ¿cuántas veces te decís que si estás mal el otro se va a dar cuenta? ¿cuantás veces te enojás porque no pasa así? Los silencios son cotidianos. Todos los días te privas de decir. A veces te excusás diciéndote que tus palabras van a molestar, a veces que van a sobrar, a veces que no son las correctas, que el otro ya sabe, que debería saber; y así mil excusas más. Bailamos eternos silenciando el ser en momentos importantes.
Lo tácito nos mata. Mata el vínculo que formamos. Lo que se "debería saber", lo "obvio", lo "sobreentendido", lo que acallás por predefinido, eso te lastíma todos los días. Y te limita no solo a vos. Limita al otro también. Lo que está dado por sentado, está dado por sentado recíprocamente. Del otro lado también pasa. Pasa que las cosas que hoy decimos son "obvias" son las que mas se necesitan decir, y reafirmar, y reiterar; son las que mas necesitamos escuchar.
Entre silencios y quedarnos callados nos perdemos de decirle al otro todo lo que vale, todo lo que lo necesitamos en un momento u otro, todo lo que lo apreciamos, todo lo que lo queremos. Te privás de pedir ayuda, de decir "te quiero", de expresar tu enojo. Te mentís, elegís ocultar, silenciar. Todo, ¿para qué?