sábado, 25 de junio de 2011

LA ÚLTIMA INOCENCIA (Alejandra Pizarnik) 
Partir 
en cuerpo y alma 
partir. 

Partir 
deshacerse de las miradas 
piedras opresoras 
que duermen en la garganta. 

He de partir 
no más inercia bajo el sol 
no más sangre anonadada 
no más fila para morir. 

He de partir 

Pero arremete ¡viajera! 

lunes, 20 de junio de 2011

La historia...

Siempre fui muy bueno para historia, y siempre la detesté. No es la primer cosa en mi vida para la que incluso teniendo facilidad me es complicado seguirle el tranco por falta total de interés. Nunca me acorde una puta fecha, mas que las demasiado esenciales. En la escuela siempre hablamos de procesos, de crisis, de cambios sociales, políticos y económicos (frase vacía y chamuyera perfecta para rellenar respuestas de examenes), pero no tanto de fechas.
Ahora bien, en mi vida cotidiana siempre fui genial con las fechas. Este año me flaquea la memoria y me he olvidado de casi todas, pero siempre fui el tipo que se sabia las fechas de cumpleaños de todo el mundo, que tenia marcados los hitos de sus amistades en el calendario, que se aferraba a las fechas. Y si me preguntas, no es lo que tengo en común con mis amigos lo que me une a ellos, sino mas bien la historia (y laS historiaS, plural) que compartimos lo que nos mantiene unidos.
Analizándolo en terapia me di cuenta de la verdadera base de mis amistades, y no me es sorprendente su relación con mi historia... una historia que los precede, una historia que nos precede como amigos y que me precede a mi como este que soy hoy. Mucho antes de quinchos y pinos, de tareas y música estruendosa, muchos antes de mates y perros gigantes, de fiestas y alcohol, de mudanzas y vivencias compartidas; allá, lejos, antes de mis locuras mas profundas, de mi vegetarianismo, de mi vida en la trasnoche, del ingles y la psicología. Allá donde solo mi memoria llega, recuerdo las exigencias que nunca pude cumplir y que fundaron mi super yo. Recuerdo el precio que pague para ser quien fui y quien soy, me rehúso a seguir garpando por lo que no me corresponde. Allá, en la fundación de los preceptos que rigen mi moral, se fundó también la configuración de mis relaciones futuras. Yo solo tenía que esperar que llegaran a mi vida esos que cumplieran con lo que yo no podía cumplir, esos que cuadraran perfectamente con como mi vidrio se rompe, con mis grietas, mis carencias.
Y llegaron. Llegaron, se acomodaron y me permitieron desplegar mis síntomas, mis mas rebuscados y creativos síntomas. Síntomas que son conductas que aparentan ser inofensivas, conductas de boy scout, que me destruyen, que me mantienen en la enfermedad, que gritan las verdades que yo no quería siquiera suspirar, síntomas que cuentan la historia que yo nunca le relate a nadie... hasta hoy.
Hoy esta afuera, hoy la historia la conté, hoy empece a desenredar los hilos lógicos de esta neurosis que flagela mi existir y me obliga a encerrarme y gozar mi sintomatología en un silencio gritón. Hoy entiendo lo que ocultaban las historias, ambas. Hoy que lo entiendo surge una de las preguntas de las que tal vez he estado huyendo, una pregunta de la que no quiero saber nada, pero que ya se formulo y exige respuesta...

                    ¿Que pasa cuando la historia deja de pesar en la espalda?

martes, 14 de junio de 2011

Me gusta reir así...

Me encanta como me río hoy en día. Voy en el subte, voy en la calle, voy en colectivo, estoy en casa, en la escalera, en el ascensor, en clase, en la cama, en la ducha, en la alcoba, en la cocina, comiendo, estudiando, resumiendo... y me río. Me río sinceramente, me río sin tapujos, sin miedo a quedar como un loco frente a la gente que pasa cerca mio, sin miedo al ridículo. Río con el alma, río felizmente, sin preocupaciones. Me río solo, me río acompañado, genero risas y no me resisto a que me las genere un otro. Río con sonido, de callado, a carcajada limpia o en silencio y para mi. Me río de mi, me río de algo gracioso, me río con otros, me río de otros, me río de recuerdos. Río, constantemente.

Y si de tanto reír, mi vida se convierte en una comedia... pues bienvenida la comedia, la risa y sus promesas de finales felices.

viernes, 10 de junio de 2011

Tenemos momentos...

Para no andarnos con rodeos, lo digo así: tenemos desencuentros. Tenemos momentos en nuestra relación en los que el significado de las cosas se encuentra bien lejos de eso que nosotros entendemos y de lo que queremos que el otro entienda. Hay situaciones que no fluyen con la energía que nos caracteriza. A veces perdemos el dinamismo que nos une. Es raro, pero pasa. Y es raro, no solo por lo poco frecuente; sino que también es raro por lo raro que se siente. Acá estoy yo tratando de ver si es tristeza lo que siento, y no lo sé. Sé que es raro, sé que es algo en el estomago pero no ahí, es mas bien una energía que desde allí se expande al resto de mi cuerpo y también a nuestro bello lazo. No sé si te sentirás así, no sé si estamos conectados también en estos momentos y aunque me gustaría pensar que es así, no lo sé con certeza.
En la privación de una replica me valgo de lo que hago recreativamente para expresar esto que no quiero que quede en mi interior, dañando mi realidad o incluso a vos misma. Me hago cargo de la parte que me corresponde, cuando eso que me corresponda se esclarezca. Imagino tu estado ahora, trato al menos. El canal esta bloqueado. Y repito, es raro.
Es raro como después de un año, pensé que estábamos muy por sobre estos desencuentros, muy en otro estadio. Me equivoqué (pregunto y afirmo a la vez, si es que se puede). Creo también que, en el fondo, alguna vez coincidiste conmigo en esto de estar "más allá" de nuestras épicas peleas. Tal vez la base es habernos sentido mejores que esos dos que fuimos otrora. Tal vez el error fue creernos mejores que esos dos que por cualquier cosa, una vez cada tanto, se peleaban notoriamente. No me siento devastado como en esos momentos, pero no se bien por qué. Tal vez estoy operando como siempre opero yo, yo tan distinto a vos y tus propias formas de operar. De operar, de sentir.
Dolor me hace sentir que eso que nos une tanto, puede bien un día separarnos en tan solo un segundo y no darnos a ninguno lugar a la palabra. Dolor me da que nuestras diferencias, que siempre nos sirven de bisagra relacional, sean las mismas que nos estancan en estas posiciones angustiosas. Dolor es que la bisagra que une nuestras vidas y nos deja fluir el uno en el otro sea también la que un día pueda tener a bien de dejarnos al uno sin el otro. Y el dolor, es raro.

Sin embargo, debo decirte mi querida amiga, que no es casual que haya sucedido hoy y no antes, ni después.
Como vos bien decís, la vida solo esta hecha de momentos precisos, personas precisas y situaciones precisas. Pregunto: "precisas"... ¿por lo especificas o por lo preciso, lo necesario? ¿Notaste alguna vez que entre preciso y precioso solo hay una "o" de distancia?

Independientemente de como todo resulte... lo siento, te amo.

martes, 7 de junio de 2011

De las narrativas...

Las narrativas en las que nos adentramos, los cuentos que nos contamos cada noche antes de ir a dormir, las historias fantásticas que se pasan de boca en boca, las fabulas con sus moralejas, los geniales poemas de amor y esa clásica obra de teatro donde ambos murieron, todos tienen una función pacificadora. Dan paz al alma, dan rienda suelta a la imaginación y responden a un deseo. Esas infinitas elucubraciones que creamos para dar respuesta a las esperanzas que basadas en nada se abren paso por nuestra mente y obligan a revelar los anhelos mas íntimos, mas privados, mas desviados; esas historias que se cuentan en nuestra mente mejor que en cualquier libro son verdades destinadas a gritar en el silencio. Ellas gritan las respuestas de las que nosotros, los neuróticos, nada queremos saber; ellas son el vivo reflejo de nuestra minoría de edad. Mientras sentados en una mesa nos despedazamos los unos a los otros "en chiste" y todos se ríen de todos, sancionamos positivamente la falta de respeto, o peor aun, la imposibilidad de aceptar.
Y sin embargo, las necesitamos. Necesitamos nuestras narrativas, necesitamos tener una historia que contar, una historia de la histeria, poemas para nuestras obsesiones, metáforas para nuestras fobias, rimas para nuestros encuentros de solo sexo, canciones de nuestros amores olvidados para recuperarlos en recuerdo, notas dispares para las borrosas memorias infantiles, colores vivos para nuestras tristezas mas disimuladas y tortuosas, chistes para nuestros peores defectos, fotos que inmortalicen las mejores de nuestras virtudes. Necesitamos de nuestras narrativas, de nuestras historias; esas que representamos en el día a día bajo la mascara amplificadora de la persona (amplificadora de un yo hipócrita). Las necesitamos y nos destruyen, mientras como de costumbre, bailamos contradictoriamente dirigiéndonos al fin.