Estar ahí, tocarte el brazo y sentir(te) ahí, siempre, ahí. Estas acá, entrás y salís y te cambías y cambías pero no te actualizas. Esos son los reveces de las mascaradas que te hacen diferente en la más estática de las igualdades. Ser siempre diferencia en la deferencia de la estoicidad, disfrazar lo mismo de distinto y que siempre traiga resultados esperados, pero no deseados. Saber leer, saber manipular, saber pedirle al otro, saber pasar al otro entre tus manos hasta que forme parte del antifaz. Vos y el otro, las dos caras del espejo, los dos disfraces, la potencialidad de la mas cruel de las violencias o el amor mas ciego. Cuando la conexión, la nuestra, la de siempre pero distinta, la siempre distinta; atraviesa la foto, paradojicamente ahí es cuando se inmortaliza, ahí se escribe más allá de lo efímero y (nos) toca, une sin hacer(nos) uno, enlaza. Por eso cuando te toco el brazo sabes en lo que estoy pensando antes de mirarme. Porque va mas allá de mirar. Es llenar una boca de lo que ya esta lleno nuestro corazón y, en un incesante recorrido, convencer al otro. No sos vos, soy yo... o no soy yo, sos vos... ¿quien vos y quien yo?... ¿la voz de quien, de cuál, cómo, dónde...?
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