viernes, 3 de diciembre de 2010

Me tomó de la mano, me obligo a voltear, a cruzar miradas. Me rogaba en silencio que me quedara, pero no me prometía amor, no me garantizaba aceptación. ¿Como estar con alguien así? ¿llegaría a entender como amar a una persona de este tipo o debía arriesgarme a cruzar la puerta y enfrentarme al siguiente amor que el destino pudiera tener preparado para mí?
Comenzaba a amanecer y brillaban sus lagrimas. Pidió que me quedara y honrando la felicidad de nuestro pasado (no sin olvidar aquello que nos arrancó las sonrisas), lo hice. Sin embargo, no podía contemplar semejante imagen. No reconocía quien se sentaba a mi lado. ¿Donde había quedado su fortaleza? ¿no era yo el débil de los dos?
Se destrozaba su corazón, pero era inevitable. Yo no sería el último que la besara, mucho menos el último hombre que la dejara. Al menos eso repetí en mi mente cuando decidí que si perdimos lo que nos unía para siempre, nada mas quedaba por perder. Atravesé la puerta y mientras caminaba a casa, mire al cielo... seguía igual de azul que ayer y no mas azul que mañana. Sonreí.

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