viernes, 3 de diciembre de 2010
Me gustaba el antes. Me gustaban mis ladrillitos, y acostarme a dormir con mil ositos de peluche. Me encantaba jugar a hacer polvo de ladrillo durante horas en el fondo del patio de mi casa. Me gustaba infinitamente jugar inocentemente, reír sinceramente, vivir sin preocupaciones. Me gustaba no tener que mentir ni conocer eufemismos. Creo que algo de todo eso queda en nosotros, grabado mas allá de la conciencia, mas allá de la contaminación de la adultez, mas profundo que el trauma mas arraigado. Creo que las viejas sonrisas son eternas, y volverán a nosotros cuando entendamos que crecer no significa dejar de disfrutar la vida como un niño.
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