jueves, 25 de noviembre de 2010

Pese a quien le pese...

Ayer cuando renuncié a mi ser belicoso no medí lo que perdía en función de lo que iba a ganar. Me pareció una noción demasiado económica y de muy poco corazón, así que decidí no inferir. Perdí mucho, me perdí. Perdí una parte troncal de mi, costó recuperarla, costó recuperarME.
Peor aun, sabiéndome en la cola para cobrar esas promesas que hicieron con tal que yo acallase eso mas distintivo de mi. Entregándoles mi color mas definitivo, mas mío, entré en la vorágine de recibir de sus golpes los peores. Humillación, faltas de respeto. Sucio, estaba sucio. Y todo me lo hice yo, todo a mi. Yo acepte, yo accedí, y el resto es responsabilidad mía. Yo los dejé. Ustedes simplemente se acomodaron, se sentaron cómodos, pisotearon todo lo que había para pisotear y pidieron mas, siempre insaciables. Siempre piden mas, nunca soy suficiente, siempre encuentran algo que vaciar.
Y así, como si nada, epifanicos como son los cambios que significan; volví. Volvió un día a tocar a la puerta de mi mismo ese que me permití dejar atrás. Vino sin reproches, tiene marcas en la cara, marcas de agua salada. Viste de blanco, todo de blanco, bien como nos gusta. Porta una pulsera en la mano izquierda, una tobillera en la pierna derecha y un colgante nuevo. Sus ojos brillan, llenos de certeza, de esperanza. Tiene la barba recortada, porque nunca nos gusto afeitarnos; y el pelo relativamente despeinado. No parece importarle. En su alma hay cicatrices de lo que pasó, de todo cuanto dolió, de cada segundo que murió esperando al siguiente, de cada amor que concluyo dando paso al futuro, de cada amistad que quedó inmaculada en el recuerdo. Está descalzo, bien en contacto con la tierra que pisa; pero ambos sabemos que sigue con su mente aferrada fielmente a las nubes. Es el mismo, pero con este toque tan extrañamente distinto. Si no lo conociera mejor, diría que no soy yo. Lo que mas me llama la atención es como sonríe al verme. Sonríe sin miedo a que su sonrisa no sea fotogénica, sonríe como si estuviera orgulloso de lo mucho que aprendí, sonríe agradeciendo que lo pude traer de vuelta acá, a casa.
Corre la brisa, se acerca con su mochila colgada, siempre de un solo lado, el izquierdo. Los dos, eternamente zurdos. Me despeina un poco, me abraza y ambos desaparecemos, nos fusionamos, pero ya hay mas de el que de mi, como debe ser.
Hoy vuelvo, hoy vuelve... volvemos a reclamar nuestro lugar, lo que nos corresponde. Volvemos sin reproches, pero con la firme decisión de que nos dejen ser, de que no pase mas lo que pasó, de que nunca mas renunciemos a nosotros por los otros. Hoy, firmes y seguros, valientes y plantados, mas grandes y adultos, venimos para cambiar lo que está mal, para reubicar lo reubicable, reciclar lo reciclable y desechar lo desechable. Hoy volvemos, pese a quien le pese.

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