viernes, 1 de octubre de 2010

De lo fetichista de nuestros tácitos...

Hace tiempo, leyendo a Marx y su fetichismo de la mercancía, se me ocurrió que también podemos aplicar la teoría a los "tácitos" posmodernos. El fetiche es un objeto al que uno le otorga alguna cualidad supernatural. Marx decía que el sistema capitalista era fetichista con respecto a la mercancía porque le otorgamos a ella valor como propio, como si naciera de su propia esencia. Lo incorrecto de esto es que el valor de las cosas nace del trabajo (el tiempo y las capacidades humanas) que el hombre dedica a la fabricación de ellas, y no de la esencia misma de las cosas.
Hoy, todo está dado por sentado. No es necesario decirle a alguien lo mucho que lo querés, "ya lo sabe". Le otorgamos al silencio una cualidad que no tiene. La de decir, le otorgamos al silencio la cualidad de decir como dicen las palabras. El silencio es ausencia de palabras. Las palabras comunican, el silencio no. Obvio, si te quedas callado en ciertas ocasiones significa algo. Significa mil cosas un silencio. Pero una cosa es quedarse callado en una conversación y otra muy distinta es decidir no decir, asumir. No decir es una decisión que tomamos muy fácilmente y que pensamos muy poco. No decir limita. Las palabras no mueren, no desaparecen. Tus silencios, tu ausencia de palabras, no implican que ellas caigan al vacío, no te equivoques. Ellas se quedan con vos, ocupan espacio. Es una ausencia. Ellas no asisten, pero existen. No asisten a ningún lugar, pero existen. Y al no asistir se quedan, con vos, con tu silencio. Con tu decisión de no decir.
¿Cuántas veces te limitaste a no decir nada? ¿cuántas veces no decís "te quiero" asumiendo que el otro ya lo sabe? ¿cuántas veces te guardás tu bronca y las palabras que la acompañan por no abrir la boca? ¿cuántas veces te decís que si estás mal el otro se va a dar cuenta? ¿cuantás veces te enojás porque no pasa así? Los silencios son cotidianos. Todos los días te privas de decir. A veces te excusás diciéndote que tus palabras van a molestar, a veces que van a sobrar, a veces que no son las correctas, que el otro ya sabe, que debería saber; y así mil excusas más. Bailamos eternos silenciando el ser en momentos importantes.
Lo tácito nos mata. Mata el vínculo que formamos. Lo que se "debería saber", lo "obvio", lo "sobreentendido", lo que acallás por predefinido, eso te lastíma todos los días. Y te limita no solo a vos. Limita al otro también. Lo que está dado por sentado, está dado por sentado recíprocamente. Del otro lado también pasa. Pasa que las cosas que hoy decimos son "obvias" son las que mas se necesitan decir, y reafirmar, y reiterar; son las que mas necesitamos escuchar.
Entre silencios y quedarnos callados nos perdemos de decirle al otro todo lo que vale, todo lo que lo necesitamos en un momento u otro, todo lo que lo apreciamos, todo lo que lo queremos. Te privás de pedir ayuda, de decir "te quiero", de expresar tu enojo. Te mentís, elegís ocultar, silenciar. Todo, ¿para qué?

1 comentario:

  1. pobre aquel angel q te inspiro este post, debio haber estado tan afonico por su incapacidad de "decir" ......
    .....
    no puede ser q no comente no? no existe la posibilidad no?
    resulta q existen aquellos, existimos, cof cof, q decimos mucho.....

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