Es entonces cuando el infeliz se vuelve peligroso. Ya no se escucha su queja lastimera y constante, ya no se lo ve dramatizandolo todo, ya no golpea prepotente tu puerta rogando por consejos que no va a escuchar. Cuando el infeliz se vuelve adulto, la tristeza vuelta depresión le debilita el alma, y el enojo mutado en ira se la devora mientras el gastaba su tiempo cuestiones efimeras y consumía su corazón en amores desencontrados. Ahora ya no busca felicidad, ya no busca afecto, ya no busca amor ni comprensión. Ya no busca pasión, no busca un sueño. Ya no busca esperanzas, no busca armonía, no busca un destino ni compañía, no busca horizontes ni la verdad. Cuando el infeliz se deja vaciar, busca algo con que llenarse, busca otra alma sin saber que nada ni nadie podrá llevar el vacío que el mismo ha generado y no puede ver.
Los infelices suelen creer que la soledad es la madre de todos sus problemas, lo que no pueden ver es que ella es simple consecuencia de cuan insoportablemente cansador se vuelve un ser infeliz. El infeliz, decidido a arremeter contra el mundo, hambriento de algo, ignorante de qué; no puede ver que solo o acompañado la tristeza y la ira no se van... solo consiguen un receptor mas directo.
Y ahí van, deprimidos e iracundos, los infelices de este mundo; retozando por doquier, rociando el universo de un color gris tan apesadumbrado como su propio mensaje de desesperanza.
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