martes, 13 de enero de 2015
Después de una entrega divertida a las nadas que habitan las bocas de los fumadores, esa noche que dejaba paso al día, el decidió sentarse en un banco al costado del camino naranja. Intentó recuperar lo que extravió en su plan nocturno, pero nadie le devolvió lo que pedía. Y de repente alguien, en la mitad del transito por su propia vida, se detuvo a mirarlo y lo llamó. Él (ya no sabemos bien cuál) decidió reírse de la picardia con que este espectro le hablaba y emprendieron un viaje compartido. La mejor decisión que puede tomarse en el amor es escribir la historia de la caminata desde el momento ultimo anterior a que te toman de la vida y te arranquen del grisáceo silencio que reina en la soledad. La música del otro convoca oscuramente a brillar en los deseos de otro que sin querer, sin saber, sin preguntar, nos ha tomado como su amante. La única luz que puede alumbrar a estos dos que se toman la mano es esa que no se puede sacar a relucir cuando conviene. El amor no es un inconveniente aunque los tenga, pero tampoco tiene que ver con la conveniencia.
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