lunes, 19 de agosto de 2013
Leeme en clave dramática...
A mi, la escenita, el show y la mascara. La más cara de mis costumbres, el teatro fuera del escenario; la expansión de mis personajes por fuera de sus lineas, la adopción de guiones en lugar de la toma de palabra. En las tablas de la vida tambalea el sujeto, mi sujeto, que sujetado a la sugerente seducción de la neurosis que demanda, se tapa los ojos frente a la verdad que no sabe y de la que su persona no quiere saber absolutamente nada. No querer saber no se resume a rehusar abrir un libro. No querer saber puede ser bailar entre las dagas del sexo y el amor, haciendo de espejo de sus filos sin nunca encarnar ninguna de las dos. Seducir a los gritos pelados del desconsuelo es un arte de no pocos manejos, que solo algunos han de manejar. Demandar la presencia colmante del otro y al tenerla sustraerse de la escena es, de todas, mi escena preferida. Restarle mi presencia a la situación una vez que el otro se declara presente, y mas aun, deseante. En las danzas en que nos aseguramos enteramente inarreglables, duden de cada palabra, de cada movimiento, de cada gesto. En nuestras mascaradas, todo puede develarse cálculo incalculado de trampas que dejen al otro abierto en (por lo menos) dos, y a uno insatisfecho pero contento, empero jamás feliz.
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